8 de mayo de 2020

Crominancia

Decidí visitar la fuente cristalina del centro. Para mi sorpresa, del otro lado de donde estaba llegando le encontré: sentado, fumando un cigarrillo dorado, con una mirada perdida en el bosque que estaba al alcance de pocos metros. 
Me acerqué y saludé. Rompí su trance y me miró. Me senté a su lado.

-¿Viste el traje azul que usaba en la ceremonia de la vacilación? Ese que me regalaste en las estrelladas noche de la conmemoración. Se tiñó un poco de rojo y negro cuando caí en espinas y tinta oscura. Ahora forma figuras que me asustan de noche y hacen cesar mi oxigenación.- Le dije-.

Me miró con un poco de preocupación, pero cambió hacia el desdén, viendo otra vez el bosque y contestó:

-Siempre has sido torpe; no hay nada para remediar lo que has hecho. Y si quisieras, podrías conseguir otro. -Lo decía mientras producía sus bocadas de humo.

Con dolor, le dije: 
-El problema es que se ha pegado a mi piel. Y la herida empeora cada vez que intento sacármelo.

Con molestia en sus ojos verdes, comentó:
-Entonces tendrás que arrancarte la piel también. Porque no podrás volver a dormir.
-Pero dejaré de sentir. Y sufriré al no disfrutar del calor ni de las caricias. Yo... Yo... -No podía hablar y nos quedamos en silencio-.

Mientras secaba mis lágrimas con mi pañuelo blanco, de forma abrupta se voltea y dice:
-Bueno, haz lo que quieras. No es mi problema en realidad. Tuviste todo el tiempo a tu favor y lo tiraste al fuego para ver el color.

Se levantó, tomó su sombrero marrón de caminante y tiró su cigarrillo a la fuente, contaminando esa pulcritud que tanto adoraba. Se estaba yendo por el sendero oscuro. 
Mientras le veía marchar, noté que no volteó ni un sola vez.

La noche se manifestaba mientras buscaba mi reloj. No había notado que se había caído en mi trayecto y pensé que estaría por allí. 
El agua se tornaba cada vez más y más negra. Ya no brillaba con la luz lunar. Pareciera ser que no podría ver mi reflejo nunca más.