-Repasemos el misterioso reflejo que te siguió en la habitación, tal vez hallemos una explicación circunstancial. ¿A quién has invadido?
-A nadie.
-¿Y de quién son estas hojas escritas?
-De nadie.
-¿Y cómo llegaron estas margaritas a tu cama?
-Allí no hay nada.
-¿Y por qué no hay nada?
-Quién supiera decirte... ¡Es que no lo sé!
-¿Me voy?
-No.
¿Por qué tiene tantas margaritas? ¿Y de dónde salieron estas manzanas mordidas sin terminar?
-¿Te gustan las manzanas?
-No.
Miré sus ojos. Estaba diciendo la verdad. Tomé sus manos.
-¿Por qué tus manos están tan frías?
-Porque hay un agujero en mi frazada.
Solté sus manos. Me recosté en su cama para comprobarlo y me dormí.
Cuando por fin abrí los ojos, ya no estaba. Mi circulación se detenía lentamente pero sentía satisfacción, y dije finalmente:
-Ahora entiendo esta circunferencia. Gracias.