Eran cortinas normales.
Me lo repetía una y otra vez, intentando convencerme que simplemente eran cortinas normales. Lo grabé y lo reproducía con mi celular infinidad de veces. A cada momento del día me lo recordaba.
A veces les sacaba fotos, grababa, las tocaba. Eran cortinas normales. Nadie se daría cuenta; sé que a las personas no les importa unas cortinas de ese color. Son simplemente eso: cortinas que se cuelgan para tapar la ventana y guardar privacidad por dentro por sobre las personas que pasan por fuera.
Yo me convencí que lo eran y hace unas horas dejé esa manía. Me sentí más tranquilo, y creo que mi mujer también; pero hace meses no me habla. No sé por qué. A veces la llaman, pero ella no contesta. Quizás está molesta, y como siguen insistiendo, me llaman a mí. Yo les mando fotos de las cortinas y se quedan tranquilos.
Mi mujer se quedó en el patio, y cuando le digo de entrar a comer, no quiere entrar.
Las cortinas nos miran. Deben saber el secreto, pero son cortinas normales. No me pueden hacer nada. Son cortinas normales.
Son cortinas normales. Son normales. Son, son, son, son. Hijo, ¿dónde estás? Perdón, no quise lastimarte. Ya es tarde, hay que lavar las cortinas. Hay que lavar. Cortinas. Normales. Son.
Es tarde, me tengo que ir; te dejo las cortinas.