-¿Cómo llegaste a estar así?
-¿Así?- mientras se tocaba las cicatrices de su espalda, pies y brazos-. Simplemente me quedé esperando en el mismo lugar, como me dijo.
-¿Y no te molesta haberlo hecho?
-¿A mí?-preguntó con gran humedad en los ojos y una sonrisa-. No, yo solo obedecí.
-¿Valió la pena?
-Tal vez...-dijo mirando al suelo-.
Con gesto gentil, él se acerco a ella y le tocó el hombro.
-Sé cómo es.-Y mostró una gran cicatriz en su espalda-.
Ella acarició suavemente.
-¿Te duele cuando acaricio?
-No. Me calma.
-Esta cicatriz es mi más reciente- dijo ella en confianza y mostró sus brazos-. Me quedé esperando donde me dijo, y cayeron estacas de arriba.
-¿Y por qué no te moviste?
-Porque le estaba esperando... Y estaba protegiendo esto. -Saca algo envuelto en un pañuelo de tela de color marrón claro-. Pero fue en vano.
-¿Puedo ver?
-Sí.
Él tomó con cuidado el objeto envuelto, y con lentitud lo develó.
-¿Un reloj?
-Sí. Hace años ya no funciona.
-¿Y por qué estás tan descubierta de abrigo?
-Porque ellos necesitaban mi ropa.
-¿No tenés frío?
-Todo el tiempo.
-Ven, en mi bolso tengo algo de abrigo.-Le tendió un hermoso súeter-. Te lo regalo.
Ella abrió los ojos y agradeció. Se lo colocó y ya no tenía tanto frío.
-Está anocheciendo, ¿acampamos?
-Sí. Hace rato estamos caminando.
Él y ella se recostaron bajo un techo de piedra y durmieron juntos, lejos del río que una vez los acompañó en el principio de su encuentro.
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