Me siento preso de tus palabras tan mundanas. Tus dulces labios me susurran promesas que jamás nadie me ha dicho. ¿Cómo ayudo para que las cumplas?
Creo que me quedé atado a vos, como un servil esclavo; sos mi realeza, mi reina. ¿Debo humillarme a tus pies para que notes mi fidelidad?
Ya no conozco la integridad: me despojaste de aquel peso que decías que eran mis cadenas. ¡Cuán agradecido me siento de que aceptes mis defectos con tal de quedarte con todo lo bueno que tengo!
Esperá: ¿por qué ya no puedo tomar agua de la expresión? Pensé que ese era parte del trato...
Hey, ¡dejá de quitarme mis dulces deseos y mi fuerza! ¿No ves que tengo derechos?
No puedo creer que haya firmado aquel estúpido contrato sin ver bien. Espero otra mejor época para suplicar...
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